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Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre, y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida.
Jn. 6, 51.
Jesús le respondió: —Escrito está: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
Mateo 4:4
También tomó pan y, después de dar gracias, lo partió, se lo dio a ellos y dijo: —Este pan es mi cuerpo, entregado por ustedes; hagan esto en memoria de mí.
Lucas 22:19
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Mateo 6:11
Un sábado, al cruzar Jesús los sembrados, sus discípulos comenzaron a arrancar a su paso unas espigas de trigo. —Mira —le preguntaron los fariseos—, ¿por qué hacen ellos lo que está prohibido hacer en sábado? Él les contestó: —¿Nunca han leído lo que hizo David en aquella ocasión, cuando él y sus compañeros tuvieron hambre y pasaron necesidad? Entró en la casa de Dios cuando Abiatar era el sumo sacerdote, y comió los panes consagrados a Dios, que solo a los sacerdotes les es permitido comer. Y dio también a sus compañeros. El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado —añadió—. Así que el Hijo del hombre es Señor incluso del sábado.
Marcos 2:23-28
Aunque somos muchos, todos comemos de un mismo pan, y por esto somos un solo cuerpo.
1 Corintios 10:17
¡Hizo llover sobre su pueblo el maná, trigo del cielo, para que comieran!
Salmos 78:24
¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra? (Mateo 7:9)
El pan es una dádiva de Dios (Rut 1:6; Sal. 104:15); pero, a causa del pecado, deberá ganarse con el sudor de la frente (Gn. 3:19).
El padre de familia, usualmente, empezaba una comida tomando una torta de pan, dando gracias y distribuyéndola entre los suyos. Jesús siguió esta fórmula en la alimentación milagrosa y en la institución de la Cena del Señor (Jer. 16:7; Mt. 14:19; 15:36; 26:26).
El que sufre y parece abandonado por Dios come un pan “de lágrimas”, de angustia o “de ceniza” (Sal 42,4; 80,6; 102,10; Is 30,20); el que está elegre lo come con alegrí­a (Ecl 9,7). Del pecador se dice que come un pan de impiedad o de mentira (Prov 4,17) y del perezoso, un pan de ociosidad (Prov 31,27).
El pan no es sólo un medio de subsistencia: está destinado a repartirse. Toda comida supone una reunión y también una comunión.
(Sal 41,10 = Jn 13,18).
El pan y el vino, las sustancias de la transubstanciación, tienen también su simbolismo arquetípico: incorporan los opuestos de la naturaleza y la cultura, la muerte y la vida, y la acción de trascenderlos. La naturaleza produce el maíz y la vid, pero requieren cultivo. El grano y la uva son sustancias puras, "naturales", mas para que se vuelvan harina y jugo de uva deben antes ser cortados, aplastados por manos humanas y desmembrados. Luego la harina y el jugo de uva se sujetan a fermentación. Fermentación es putrefacción, y de tal modo, decadencia y muerte natural. Pero la fermentación es asimismo un proceso de cultivo; la harina y el jugo --materia muerta-- cobran vida, se transforman en alimento y bebida. "El manjar de los dioses", Jan Kott.
Se percibe el eco del paraíso del Corán, asimilado en este caso a un sueño campesino de opulencia material, que de forma característica se expresa inmediatamente con trazos que evocan un mito que ya hemos encontrado. El Dios que se aparece a Scolio es una divinidad andrógina, una «mujerhombre», Marcos 2:23-28 con «las manos abiertas y dedos extendidos». De cada dedo, que simboliza uno de los diez mandamientos, brota un río en el que beben los seres vivientes:

El primer río corre lleno de miel suave,
duro y líquido azúcar el segundo,
de ambrosía es el tercero, y de néctar es el cuarto,
el quinto maná, el sexto pan que en el mundo
nunca ha habido ni más blanco ni liviano
y a cualquier difunto le devuelve el gozo.
Bien dice la verdad un hombre pío
que la faz del pan nos muestra a Dios.
El séptimo aguas lleva preciosas,
el octavo fresca y blanca mantequilla,
el noveno son perdices gordas y sabrosas,
que si así son, son del paraíso.
De leche el décimo, y de piedras preciosas
son sus lechos donde siempre aspiro,
las orillas de lirios, rosas, oro, violetas,
plata y flores y esplendor del sol.

Carlo Ginzburg